El día que Leonel lloró

Por ELADIO CAPELLAN BATISTA

La personalidad de Leonel, la gente en su imaginario la concibe, incluso sus más enconados adversarios, como la de un hombre decente, de trato afable e incapaz de herir por maldad los sentimientos de los demás.
El tres veces presidente ha exhibido una personalidad democrática a carta cabal. Parecería que nació con ella, aunque todos sabemos que, en la construcción de la misma, inciden factores biológicos y ambientales determinantes, unido a una crianza familiar exquisita.

Para algunos, Leonel practica el Estoicismo como filosofía de vida, porque no obstante, tener siempre una sonrisa a flor de labios, combinada con una empatia natural con la gente, y su estirpe de excepcional intelectualidad, bonachona y fino trato, pocas veces este pueblo lo ha visto llorar.

Sin embargo aquella tarde del mes de enero del año 2015, cuando por orden del «jefe» el principal amanuense de este último y que manejaba *los cuartos¨, conocido por su olor a ajo, junto a Joao Santana, le instruyeron a la «red» criminal de comunicación de palacio que ante la fortaleza de Leonel había que orquestar un plan para destruir su figura y eliminarlo del escenario político.

Ya previo a aquella tarde de oprobio y mezquindad, el Sanedrín había pagado, con dinero del pueblo, una enorme suma, al señor Quirino para que ligara a Leonel al mundo del narcotráfico, inventando una serie de mentiras que, por su irrealidad, parecían salidas de una serie de aventuras de Hollywood.

Esas mentiras iban calando, ante un pueblo poco instruido, aunado a una red de mercenarios de la radio, tv y las redes sociales que la magnificaban, para colmo el titiritero y el títere, como parte de un guion bien ensayado, se apersonaron a la casa del ex presidente, en una velada y simulada pose de solidaridad, sólo para satisfacer sus egos de maldad e idolatría.

Leonel el hombre afable, aquel que deja fluir las cosas, el hombre conocedor de la naturaleza humana, capaz de soportarlo todo, a la despedida, de quienes se habían convertidos en sus verdugos, se supo que, ante pocos familiares y amigos íntimos, lloró desgarrado.

Jamás pensó que un ser humano, podría jugar a la política sucia de tal manera, con un tema tan burdo y asqueante, como lo es el narcotráfico que, en ese momento, no sólo lo afectaba a él en lo personal, sino también afectaba a sus hijos y afectaría a toda su generación por largo tiempo.

Aquel hombre que acepta y comprende todo, con humildad y redención, se supo que lloraba dolido, lloraba de impotencia, lloraba por su familia, lloraba por su pueblo, porque como amante de la historia, esa no era la forma en la que él quería que su pueblo, su familia y sus amigos, lo recordaran, cuando abandonase la política o dejara de existir en este mundo.

Esas lágrimas que caían lerda, gruesas y sentidas, fueron sin embargo, el cimiento que acendraron su convicción, su responsabilidad histórica de seguir luchando, precisamente, para eliminar ese tipo de actuación política, desterrando la bajeza, el chantaje y la simulación como arma ominosa de destrucción de los adversarios.

Sus lágrimas al caer, se confundían con la tierra, parecían diamantes cristalizados, incrustados en la montaña de la vida, hicieron de Leonel, un gladiador, un hombre más fuerte, más decidido, más realista, dispuesto a echar la batalla interna, pero sobre todo, convencido, aún más, de luchar por reencausar al pld de Bosch..

El llanto de aquella noche larga e interminable, cual destello divino, limpió su corazón, agudizó sus sentidos y «comprendió que la guerra interna era la paz del futuro», que el Pld, había agotado su ciclo histórico, acelerado por la corrupción rampante, y que sólo con la bendición de Dios y con la Fuerza del Pueblo, sería revindicado.

Consumado el fraude, sorprendió, cual guerrero indomable, a los Otan del pld que, aseguraban burlones, henchidos de poder, que Leonel, no obstante las humillaciones, no tendría el coraje para irse del Pld de Danilo, ¡que desgracia para la cúpula millonaria! hoy el humillado ha sido ensalzado, está imparable y rejuvenecido, canta y baila en las calles ¡echando el pleito!.

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