Opinión

Del Trujillo Criador y Entrenador de Caballos de Carreras

Por Juan Cruz Triffolio
Sociólogo – Comunicador Dominicano
Triffolio@gmail.com

Cuentan algunos de sus allegados que fue tan inmenso el disfrute y la
pasión que tenía Rafael Leónidas Trujillo Molina por el denomina deporte
ecuestre que, durante su oprobioso y extenso periodo de gobernanza,
olvidaba su rol de mandatario, para emplear un considerable tiempo al
cuidado, alimentación y entrenamiento del caballo conocido como El
Guineo.
Así lo advierte el historiador hípico Luis Mena García en su nuevo libro
titulado Seguiré a Caballo, actualmente en proceso de impresión, en donde
ofrece novedosas y valiosas informaciones sobre los orígenes y desarrollo
del hipismo nacional.
Teniendo como fuente al señor José Iván Moore -Jochy- , quien fuera
presidente de la Comisión Hípica Nacional, Mena García, afirma que
Trujillo, en 1959, entrenó el referido ejemplar, hijo del semental Aplicado
y una yegua llamada Rosita.
Resalta que el jefe de Estado, durante todo el período de entrenamiento
del animal, llegaba al hipódromo, como es la costumbre, en las primeras
horas de la mañana, instruyendo de manera clara y precisa al jinete sobre
cómo prepararlo correctamente para las carreras.
Asegura Luis Mena García que fueron muchas las veces que el asistente
de entrenamiento del caballo, apellido Contreras, quien era el que salía en
el programa oficial, y el jinete Juan Ventura, responsable de su manejo,
recibían las directrices del entonces ilustre gobernante sobre cómo
conducir el caballo en las carreras y triunfar en las competencias.
Tratando de recordar las características de El Guineo, expresa el
reconocido historiador hípico y comunicador Mena García, que el ejemplar
nació en el país, en Haras Radhames, hoy Haras Nacionales de Villa
Mella, proyectando un pelaje zaino y un cuerpo vigoroso con un peso que
rondaba las 900 libras.

Durante un considerable tiempo El Guineo se convirtió en el ejemplar
mimado por el entonces hombre fuerte del país, apunta el expresivo
comentarista.
Agrega que a pesar de contar con una considerable cantidad de caballos
de muy buen linaje de sangre, traídos de Argentina y los Estados Unido de
Norteamérica, actualmente se desconoce el motivo por lo que Trujillo
amaba tanto a El Guineo, al igual que sigue siendo un enigma la razón de
su denominación.
Subraya el autor de la obra Seguiré a Caballo, entre otras, que la
predilección del entonces Generalísimo y Padre de la Patria Nueva por los
caballos pura sangre de carreras fue tan inmensa que, en un sólo año,
ordenó la construcción de ocho hipódromos en diferentes puntos de la
geografía nacional.
Al evocar los nombres de los centros de competencias hípicas, Luis Mena
García menciona al Perla Antillana, considerado como el primer hipódromo
organizado que tuvo el país, inaugurado el 23 de febrero de 1944, con
motivo de la celebración del Centenario de la Independencia Nacional y
sobre cuyo nombre se desconocen las razones.
Además del mencionado hipódromo, recuerda Mena García que se
construyó, entre 1945-46, el 24 de Septiembre, en La Vega, El
Benefactor, en Moca, Trujillo, en Santiago, en el mismo lugar donde hoy
está ubicado en el Estadio Cibao, el Hipódromo de Puerto Plata, Ramfis,
en San Pedro de Macorís, Hipódromo de La Romana y otro en San
Francisco de Macorís, donde se asignó el dinero presupuestado pero
nunca se hizo realidad.
Al referirse concretamente al caso del Hipódromo de Santiago de los
Caballeros, denominado Trujillo, el laureado historiador hípico, recuerda
que inicialmente fue levantado por los marines norteamericanos, durante la
ocupación militar de 1916-24, bajo el nombre de Baracoa, en los terrenos
propiedad de Ulises Francisco Espaillat Quiñones, quien fuera el
decimotercer presidente de la República Dominicana.

Algo curioso y digno de contar es el hecho de que en el caso del
Hipódromo de Puerto Plata, inaugurado el 18 de agosto, 1946, bajo el
nombre de Benefactor Trujillo, sólo se registra la celebración de una
cartelera de siete carreras y los ejemplares ganadores fueron: Fosforito en
la primera, Ranchero en la segunda, Florián en la tercera, Moquete en la
cuarta, Zepelín en la quinta, Maimón en la sexta y San Marcos, en la
séptima, evoca Mena García.
En alusión a lo que podría ser considerada como la época de oro de la
hípica dominicana, resalta que para bien o para mal, hay que reconocer
;los valiosos y múltiples aportes de Rafael Leónidas Trujillo Molina, quien
además de levantar diversos hipódromos, traer finos sementales y
excelentes yeguas madres al país, creo por Ley la Comisión Hípica
Nacional, en 1943.
En el colofón de nuestra conversación, advierte Luis Mena García que, al
margen de las mezquindades, la razón y las sinrazones, cuando un día
sea levantado el Pabellón de la Fama del Deporte Hípico Dominicano y se
procure hacer un reconocimiento en justicia a quienes verdaderamente
han aportado, el nombre de Rafael Leónidas Trujillo, como pionero, ha de
brillar con letras mayúsculas y relucientes.

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